Como hacía tiempo que no le hacíamos actuar, aquí tiene una mininovela policiaca. Para resolver el enigma tendrá que echar mano de sus rudimentos de historia de la literatura y a lo mejor consultar alguna enciclopedia o el Wikipedia, que sirve para distinguir un grano venéreo de una escocedura.
Cuando apareció Sherlock Holmes encontró a Melibea tendida en un charco de sangre junto al torreón. Le acompañaba pálido, ojeroso y cabizbajo, Quasimodo, y también Lady Macbeth muy atareada probando jabones de olores para lavarse la manos de su CV homicida y La dama de las camelias, pidiendo un jarabe en una farmacia a Jean-Baptiste Grenouille.. Nora Helmer salía en ese momento dando un portazo de muy señor mío, porque su marido se había ido de casa hace dos meses con la socorrida excusa de bajar a por un pitillo y Edipo se llevó un susto de mil demonios, pues estaba a punto de sacarse los ojos y casi no atina y se afeita el entrecejo, mientras Adela se probaba la soga con la que se iba a ahorcar mientras consultaba un cromo de Antígona, para hacerlo con la suficiente elegancia y prestancia clásica. Desde una ventana el Conde de Montecristo, señalaba algo en el suelo, con gritos inconexos, que nadie veía. Al final vieron que Melibea sostenía algo en la mano. Era un papel en el que había escrito unos versos acrósticos, firmados por Casanova, pero que no se podían leer muy bien, porque estaban manchados con la sangre de los paladines de Roldán. Todo eso le leía Gregorio Samsa tatuado en su caparazón de cucaracha feliz a Hamlet, que estaba embebido en un video de lady Gaga.
Trate de reconstruir con estos datos someros en qué circunstancias se produjo la muerte de Melibea. ¿Cuál es el sospechoso número uno y cuál fue el arma del crimen y quienes fueron los testigos si es que los hubo? Le vendría bien leerse la Celestina de nuevo, (por decir algo). Ganaría tiempo y se olvidaría de este maldito haztema. La empresa le asegura que no lo iba a echar de menos.
Cuando apareció Sherlock Holmes encontró a Melibea tendida en un charco de sangre junto al torreón. Le acompañaba pálido, ojeroso y cabizbajo, Quasimodo, y también Lady Macbeth muy atareada probando jabones de olores para lavarse la manos de su CV homicida y La dama de las camelias, pidiendo un jarabe en una farmacia a Jean-Baptiste Grenouille.. Nora Helmer salía en ese momento dando un portazo de muy señor mío, porque su marido se había ido de casa hace dos meses con la socorrida excusa de bajar a por un pitillo y Edipo se llevó un susto de mil demonios, pues estaba a punto de sacarse los ojos y casi no atina y se afeita el entrecejo, mientras Adela se probaba la soga con la que se iba a ahorcar mientras consultaba un cromo de Antígona, para hacerlo con la suficiente elegancia y prestancia clásica. Desde una ventana el Conde de Montecristo, señalaba algo en el suelo, con gritos inconexos, que nadie veía. Al final vieron que Melibea sostenía algo en la mano. Era un papel en el que había escrito unos versos acrósticos, firmados por Casanova, pero que no se podían leer muy bien, porque estaban manchados con la sangre de los paladines de Roldán. Todo eso le leía Gregorio Samsa tatuado en su caparazón de cucaracha feliz a Hamlet, que estaba embebido en un video de lady Gaga.
Trate de reconstruir con estos datos someros en qué circunstancias se produjo la muerte de Melibea. ¿Cuál es el sospechoso número uno y cuál fue el arma del crimen y quienes fueron los testigos si es que los hubo? Le vendría bien leerse la Celestina de nuevo, (por decir algo). Ganaría tiempo y se olvidaría de este maldito haztema. La empresa le asegura que no lo iba a echar de menos.
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