lunes, 10 de mayo de 2010

HAZTEMA XVIII DESDE QUE LOS DRAMATURGOS RENUNCIARON A SER POETAS



Desde que los dramaturgos renunciaron a ser poetas han convertido el teatro en la pariente pobre o cenicienta de la literatura. ¿Dónde quedaron esos tropos engastados en los versos de Gil Vicente, Lope, Calderón, Shakespeare, Schiller, García de la Huerta, Zorrilla, o el mismísimo Lorca? Ahora solo se escriben obras chatas, planas, algebraicas, vagamente alegóricas, vagamente simbólicas, vagamente argumentales, vagamente interesantes, vagamente minimalistas, sin chicha ni limoná y sin que un actor diga una palabra más alta que la otra. La vaguedad y el enigma insulso dominan la dramaturgia de los tiempos que corren, porque a los dramaturgos de hoy les gusta enturbiar el charco para que parezca más profundo-vomitaba llenándose la boca de estas insensateces el bueno de Pedro Contreras en su taller del municipio de Arganzuela. Para compensar esa planicie mesetaria y ese streap-tease patético al despojarse el teatro de todos sus ornatos… que le ha llevado a quedarse en los huesos mondos y lirondos...y a mostrar un pellejo seco y enteco..... les propongo un ejercicio dramatúrgico, que si no servirá para mucho, al menos para exhumar ese poeta perezoso que todo dramaturgo lleva o debiera llevar dentro.
Pues miren resulta que tenemos a estos dos personajes, Juanito Ramirez y Vanesa Ramirez, les doy los nombres y apellidos, para que se metan ya en situación...y no les bauticen con marcas de automoviles o lavadoras.....y el caso es que Vanessa quiere pedirle a Juanito , su hermano, ocho millones de pesetas para comprarse la licencia del taxi, pues era informática como usted y se quedó en paro, (fijense que el asunto no invita a altos vuelos líricos y casi no da ni para un docudrama, pero un dramaturgo poeta saca lirismo hasta de una bisagra) y en fin... lo que quiero es que Juanito hable en verso octosilábico, pero que se nos antoje el personaje prosaico y ordinario y torvo, y muy apegado a su dinero, y que Vanesa hable en prosa llana, pedestre y castiza, pero que nos resulte elegante, esbelta, tenue, voluptuosa y ante todo poética. ¿Me siguen por donde quiero que vayan?
-No mucho- comentaron tres de sus alumnos al mismo tiempo.
-No importa... pues ese poeta que los dramaturgos debieran llevar dentro está enterrado y bien enterrado, desde hace tiempo... Así que sigan escribiendo en prosa de folleto sindicalista.

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