Se le atribuye al hoy casi desconocido pero entonces famoso actor Isidoro Maiquez a pesar de contar con una calle en un barrio de postín, la siguiente y sabrosa anécdota:
Un día que el célebre actor fue a los toros le recriminó varias veces a un famoso torero de la época que no se acercara lo suficiente a la hora de la faena. Harto ya el torero, se volvió y se revolvió, echó una varahada de vaho por las narices y le dio una lección histórica de CATARSIS CASTIZA al decirle con acres palabras:
-Señó Maiques, que aquí, no es como en el teatro, que luego uno se levanta, se sacude el porvo de las rodillas y ya ertá…. que aquí en la plasa, uno se muere de verdá y pa siempre.
Un día que el célebre actor fue a los toros le recriminó varias veces a un famoso torero de la época que no se acercara lo suficiente a la hora de la faena. Harto ya el torero, se volvió y se revolvió, echó una varahada de vaho por las narices y le dio una lección histórica de CATARSIS CASTIZA al decirle con acres palabras:
-Señó Maiques, que aquí, no es como en el teatro, que luego uno se levanta, se sacude el porvo de las rodillas y ya ertá…. que aquí en la plasa, uno se muere de verdá y pa siempre.
Esta profunda falta de discernimiento que tienen algunos actores entre la realidad y la ficción resulta, cuanto menos, preocupante. Por eso algunos actores cuando salen a la calle todavía conservan en los ojos: el brillo vidrioso de los aplausos y los oídos congestionados de ovaciones como si la vanidad fuera una gran bufanda de colores que les estrangulara el cuello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario