miércoles, 16 de junio de 2010

HAZTEMA XXXIV EL ESPAÑOL BOSTEZA



Pedro Contreras, en la estival sobremesa de una casa de comidas, le contaba a su primo, el profesor de secundaria del Instituto de Arganzuela, que cuando era niño lo único que comentaban de los poemas era la métrica... que había que llenar los poemas de palotes e ir a la caza de diéresis y sinéresis y hemistiquios y encabalgamientos y cesuras... y sinalefas (y encima estas las hacían los poetas cuando les salían del forro de los calzones), -Y valga la redundancia, añadió, el profesor con un brillo vidrioso en sus ojos soñolientos, aunque Pedro Contreras no cogió el lado obsceno de su chiste...-por lo de sina-lefa... le aclaró carraspeando serio, su primo. -Esa palabra no la puedo decir en clase ni en pintura, porque se me arma un alboroto de tres mil pares de cojones, dijo, mientras se hurgaba con el palillo a la caza de una fibra de conejo al ajillo, y a Pedro Contreras la dentadura de su primo le recordó de pronto las barritas simétricas para medir los versos de sus comentarios escolares.
-Luego de adulto supe que los poetas no cuentan los versos con los dedos para medir los poemas, con lo cual, todo aquello fue una miserable pérdida de tiempo.
-Es que no hay tantas cosas útiles que enseñar en este mundo como para llenar cuatro horas de clase a la semana.- puntualizó su primo con un bostezo de bisonte agonizante que mostraba sus dientes como un endecasílabo perfecto.

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