miércoles, 16 de junio de 2010

TALLER LITERARIO II



Observen esta foto del semáforo en rojo con el cartel abajo. ¿No les parece un prodigio de redundancia semiótica? ¿Padecerán los habitantes de esta ciudad la epidemia del sueño que nos relata García Márquez en Cien años de soledad y que les obligaba a los macondenses a poner debajo de un botijo botijo y al lado de un peine peine por si se les iba el santo al cielo? ¿Habrán olvidado el significado del color rojo los conductores de esta población y necesitarán de una glosa aclaratoria? ¿Y qué ocurrirá cuando se les olvide el significado de las palabras, las sílabas y las letras? ¿Tendrán que añadir un dibujo dramático de un coche pasando en rojo que se lleva por delante a una viejecita bondadosa?
Se recreaba Pedro Contreras en su taller estival del barrio de Arganzuela ante sus tres alumnos supervivientes explicando esta fotografía.
-Fíjense que hoy la redundancia es el signo inequívoco de nuestro tiempo. Ante un videoclip verán cuantas veces se repite la misma imagen de forma obsesiva como si nos golpearan con un bastón. Vayan a ver una película española y se darán cuenta de que solo toca los conflictos de pareja de treintañeros apuestos y adinerados y algo pasadillos de copas o coca. Escuchen a un político y observarán cómo repite las mismas palabras ad nauseam como si las mugiera o lean una noticia en diferentes periódicos de Internet y advertirán que todas dicen lo mismo con las mismas palabras y la misma alegría impresionista.
Y todo esto a mí me recuerda al chiste famoso del loco ese que escribió una novela titulada Caballos salvajes sin usar un sola palabra y usando solo la misma. Pues desde la página 1 hasta la 326 decía: Tacatá tacatá tacatá tacatá, Tacatá tacatá tacatá tacatá Tacatá tacatá tacatá tacatá Tacatá tacatá tacatá tacatá hasta el último párrafo que era coronado con un inesperado Soooooo!!!!
Para convertirse en buenos escritores es importante saber fabricar rumbosas y alegres redundancias. Les doy un minuto para que compongan una joyita.
¿Ya la tienen?-carraspeó el profesor impaciente-¿Tiene usted la suya, Matías?
-Creo que sí.
-¿La puede leer?
-La joven adolescente con su cara llena de granitos miraba con sus propios ojos abiertos a su pequeño ombliguito redondo moverse sobre su vientre en donde lucía un diminuto piercing brillante.
-No está mal, para empezar, como principio de un manual de autoayuda.

1 comentario:

  1. He leído con mis propios ojos usando mis propias yemas suaves de mis propios dedos del propio teclado de mi propio ordenador mío electrónico y no entiendo en modo alguno que es eso que dice que dijo que dice que la redundancia es algo que pasa mucho ahora en el ámbito de hoy en día.

    La prima titulada de Vanessa Sobrado

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