Vargas Llosa compara a los escritores con el noble oficio de los streappers. Aunque en realidad, define, con un símil no menos brillante que oportuno, a los escritores como streappers inversos. ¿Que será eso tan retorcido y abstruso se preguntará desganado nuestro resignado lector estival?
Los streappers empiezan vestidos y al final se van quitando toda la ropa, con su cosita de gracia, lujuria impostada y picardía descafeinada, mientras que los escritores empiezan desnudos y perplejos, y al final acaban vestidos hasta el último pelo de la cabeza. De la forma en que se vista cada uno, de la exuberancia o austeridad de las prendas que se ponga encima, el estilo resultará sobrio o recargado, antiguo o moderno, sencillo o sofisticado. Incluso algunos serán como esos hombres o mujeres de naturaleza espartana que siempre se visten con la misma ropa y se calzan los mismos zapatos, previsibles hasta la náusea en su estilo y naturaleza.
Sin duda el pudor es un enemigo que siempre acecha al escritor, pero la falta absoluta y casi desquiciada de pudor de algunos no garantiza la genialidad ni la obra maestra, pues a veces solo produce subproductos morbosos que hacen bostezar a la abuela y que no sirven ni para que se hagan una pajilla insulsa y precoz los colegiales del último curso de primaria.
Los streappers empiezan vestidos y al final se van quitando toda la ropa, con su cosita de gracia, lujuria impostada y picardía descafeinada, mientras que los escritores empiezan desnudos y perplejos, y al final acaban vestidos hasta el último pelo de la cabeza. De la forma en que se vista cada uno, de la exuberancia o austeridad de las prendas que se ponga encima, el estilo resultará sobrio o recargado, antiguo o moderno, sencillo o sofisticado. Incluso algunos serán como esos hombres o mujeres de naturaleza espartana que siempre se visten con la misma ropa y se calzan los mismos zapatos, previsibles hasta la náusea en su estilo y naturaleza.
Sin duda el pudor es un enemigo que siempre acecha al escritor, pero la falta absoluta y casi desquiciada de pudor de algunos no garantiza la genialidad ni la obra maestra, pues a veces solo produce subproductos morbosos que hacen bostezar a la abuela y que no sirven ni para que se hagan una pajilla insulsa y precoz los colegiales del último curso de primaria.
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