(Un balancín. A, un hombre gordo, de más de ciento cincuenta kilos, mantiene en el aire a B, un transexual muy delgado, vestido de reina del desierto. En el suelo, bajo el asiento de B, elevado un metro y medio, se extiende una cama de faquir, con sus cientos de púas esperando la caída abrupta de los pies descalzos de B).
A: (Muy teatral) Erika, reina, ya me marcho.
B: (Suplicante, pero igualmente teatral) No te vayas.
A: No me decías eso anoche.
B: Anoche no era yo.
A: El faquir afiló las púas de su cama sólo para ti.
B: Sabes que la sangre me marea.
A: Al caer, algunos se desangran.
B: Oh, Dios mío… ¿Y tú qué ganas?
A: Erika, reina, ganas tú: tu foto en los periódicos. Una víctima más.
B: El rojo no me favorece. Y menos esos agujeritos como topos uniformados. Ésos me sientan fatal. ¿Por qué me haces esto?
A: Me humillaste.
B: Pero me pagaste para eso. ¿No recuerdas?
A: Sí, te pagué para que me humillaras, pero no mediste bien las consecuencias de tus actos.
B: Ya no quiero tu dinero.
A: Qué bueno, mi conciencia queda tranquila. Te di un cheque sin fondos.
(hace ademán de levantarse. El balancín se queda muy cerca de las púas. B, sube las piernas, y grita. Está ridículo. A vuelve a colocar sus enormes posaderas en el asiento y B regresa a los aires).
B: Eres… eres un perro con sarna.
A: ¡Qué barbaridad! Así no hablan las princesas.
B: Siempre me toca a mí hacer de princesa.
A: Es que yo nací más para sultán.
B: (desde las alturas, cambia el tono de voz, a uno menos teatral). ¿No te llega ya el olor?
A: (se concentra en el olfato). Sí, creo que ya… Ya es la hora.
B: Entonces, ¿se acabó el juego?
A: Es que hay estofado. Mamá me lo prometió.
B: Hermano, ¿tú no crees que estamos muy grandes para todo esto?
A: A mamá no le importa.
B: Pero ya somos adultos. Mira tu panza…
A: ¿Tú has trabajado alguna vez? No, ¿verdad?. Yo tampoco. Somos como niños…
B: No te vayas, por favor. Aguanta un poco. Sigamos jugando, que se está poniendo buena la historia.
A: Pero… ¡Estofado!
(A se levanta. B se precipita sobre la cama del faquir, que resulta ser un simulacro de púas de plástico. Se levanta, se sacude, y busca con la mirada sus zapatos de plataforma y lentejuela. Corre hacia su hermano, que avanza hacia el fondo derecho de la escena).
B: Oye, mañana tú eres la madame y yo un rudo marinero…
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