Don Bartolo Contreras, que como recordará el lector no desmemoriado y que no haya interpuesto varios bestsellers y algunos manuales de autoayuda, antes de embucharse estos haztemas entre pecho y espalda, era profesor de Lengua y Literatura, amén de pariente de Pedro Contreras, escritor prolífico, pero de obra virgen e inédita, y por tanto, refractaria a los cantos de sirenas del mercado editorial. Pues el susodicho, como se encontraba en su último año de jubilación... y como cada año, los alumnos leían menos, y su bagaje lector en literatura española era tan raquítico, como esas acacias que plantan en las aceras y que parece que no van a crecer nunca... (A Bartolo Contreras le enorgullecía en lo más íntimo de su ser sus mentales tropos vegetales) y el que más leía, (continuaba dándole al monólogo interior).. se había leído como mucho... y ya eso daba para una fiesta: el Lazarillo, tres capítulos del Quijote, ocho líneas de la Celestina, una novela cortita de García Márquez y otra cortita de Delibes.
Así que Bartolo Contreras decidió tomarse las cosas con deportividad y tras hacer una estadística, desmotivadora hasta las agallas, de las dos o tres lecturas escuálidas que llevaba cada alumno de clásicos españoles, decidió, que no tenía sentido hablarles de Baroja ni de Unamuno ni de Valle- Inclán ni de Clarín ni de Ferlosio ni de Blas de Otero ni de Buero Vallejo ni de Muñoz Molina…
Así que, hijos míos, a vosotros hablaros de literatura española es como hablaros del sexo de los ángeles o como tener una tía en Granada que ni era tía ni era nada, así que los martes y jueves que toca literatura, vamos a ver videoclips de Lady Gaga, que son más complejos y barrocos semióticamente hablando, que las Soledades de Góngora y más lentos que El Jarama y más herméticos que el primer capítulo de Tiempo de silencio y más picarones que El Lazarillo y El Guzmán juntos, y así me preparáis para mi jubilación, le cojo el gusto al asunto... y me siento a verlos con mis nietos en la tele... hasta que me muera.
Así que Bartolo Contreras decidió tomarse las cosas con deportividad y tras hacer una estadística, desmotivadora hasta las agallas, de las dos o tres lecturas escuálidas que llevaba cada alumno de clásicos españoles, decidió, que no tenía sentido hablarles de Baroja ni de Unamuno ni de Valle- Inclán ni de Clarín ni de Ferlosio ni de Blas de Otero ni de Buero Vallejo ni de Muñoz Molina…
Así que, hijos míos, a vosotros hablaros de literatura española es como hablaros del sexo de los ángeles o como tener una tía en Granada que ni era tía ni era nada, así que los martes y jueves que toca literatura, vamos a ver videoclips de Lady Gaga, que son más complejos y barrocos semióticamente hablando, que las Soledades de Góngora y más lentos que El Jarama y más herméticos que el primer capítulo de Tiempo de silencio y más picarones que El Lazarillo y El Guzmán juntos, y así me preparáis para mi jubilación, le cojo el gusto al asunto... y me siento a verlos con mis nietos en la tele... hasta que me muera.
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