El tío de Pedro Contreras tenía la manía de leer libros solo los domingos por la mañana dándose un baño de agua muy caliente, hasta que los dedos se le quedaban como sarmientos y las letras se ablandaban, y entonces los adjetivos innecesarios, y los primores de estilo, como la piel de las patatas cocidas, se desprendían por sí solos.
A veces hasta se caían del libro, capítulos enteros y hasta la mitad del nudo de una novela histórica quedando muchas veces reducida a un microrrelato monterrosino. En algunos libros de poemas se evaporaban todas las palabras de las páginas y entonces estas retornaban a una blancura inquietante.
A veces hasta se caían del libro, capítulos enteros y hasta la mitad del nudo de una novela histórica quedando muchas veces reducida a un microrrelato monterrosino. En algunos libros de poemas se evaporaban todas las palabras de las páginas y entonces estas retornaban a una blancura inquietante.
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