Esta empresa se sorprende cada día más, de la sima abismal que existe entre el lenguaje políticamente correcto de los medios de comunicación y el lenguaje duro y espontáneo de la gente de la calle. De tal forma que el moro cabrón y traicionero, la tortillera camionera, el cegato o el viejo chocho gagá , se metamorfosean en el lenguaje de los periódicos o de la tele, en el magrebí sujeto a bolsas de marginación (como si la marginación se pudiera guardar en bolsas), en la lesbiana pletórica de orgullo lésbico, en el discapacitado sensorial y en el anciano afectado por el alzheimer, como si hicieran danzar la serpiente venenosa con la flauta de las palabras encantadas o les envolvieran en un papel de celofán , que luego la gente en sus conversaciones privadas, se complaciera o complaciese en quitárselo a mordiscos y desgarrones. Cuanto más fino y aséptico es el lenguaje de los medios, más bronco y degradante es el lenguaje de la gente.
Para paliar este desfase y provocar una retroalimentación entre ambos discursos, la empresa piensa, que en los medios, se busquen las medias tintas, y se adopten expresiones más desenfadas, de este calado, verbigracia: La torti encantada de sí misma, el vejete bien majo con la cabeza perdida, o el morito que no tiene donde caerse muerto, pero no es mala gente....
Para paliar este desfase y provocar una retroalimentación entre ambos discursos, la empresa piensa, que en los medios, se busquen las medias tintas, y se adopten expresiones más desenfadas, de este calado, verbigracia: La torti encantada de sí misma, el vejete bien majo con la cabeza perdida, o el morito que no tiene donde caerse muerto, pero no es mala gente....
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