Con esta proliferación de talleres literarios a nivel de instituciones, de distrito, de barrio, de concejalía, de colegio de primaria, de colegio de secundaria, de universidad, de círculo infantil, juvenil, de geriátrico, de presidio, de manicomio, de asociación de damnificados por mobbing laboral, esta empresa opina que la escritura se va acabar convirtiendo en un hobbie ligero y glamuroso de la gente ociosa como la filatelia, el fútbol-sala, el wind-surf, la pintura al temple y la recolección de setas, lo cual piensa, la susodicha empresa, que tiene su cosa buena y su cosa mala, pues si todo el mundo se dedica a escribir, nadie tendrá tiempo para leer, y cada día habrá escritores más malos, es decir, peores que mediocres, que son los que verdaderamente hacen que distingamos a los buenos. Y tiene su cosa buena, porque le priva a la gente de hacer otras cosas nocivas: como masturbarse una docena de veces al día, maltratar al perro, aburrirse productivamente, hostigar al cónyuge, comprar compulsivamente en Grandes superficies, dejarse las pupilas en la jeta palurda de una cutrefamosa televisiva, o echarse un amante ilustrada/o. Al fin y al cabo, nada tiene de malo ni peligroso que se convierta en un pasatiempo banal de analfabetos funcionales. Esta empresa, piensa, que los escritores de verdad se deberían meter en una liguilla de fútbol o en una excursión ornitológica para oxigenarse un poco.
domingo, 18 de julio de 2010
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