miércoles, 11 de noviembre de 2009

ESTO NO ES FICCIÓN



El cadáver de un hombre pende de una soga. Está desnudo bajo un puente que da a la autovía. Los coches circulan y nadie se sorprende: uno más. Poco a poco, los periódicos desvelan el nombre de la víctima. Nadie le conoce, y si le conocen, lo olvidan. Al hombre le amputaron cuatro dedos de los pies; le cercenaron la lengua. “Habló demasiado”, explican los expertos en narcotráfico y otras escaramuzas. Los periódicos publican más detalles en torno a este crimen. Los asesinos se transformaron en bordadores del demonio: puntada a puntada cosieron cada uno de los dedos del muerto y la lengua a un fino cordón, que colgaron del cuello yacente de su dueño.
Está desnudo. Le cubre el torso un collar de cuentas propias. Salvaje.

ESTO SIGUE SIN SER FICCIÓN
Los niños pobres se mueren por rescatar algo de dulzura para su boca. Por eso, pagan lo que sea por una Coca-Cola, por una paleta rica, por las nieves en verano. Un cronista mexicano nos contó cómo los niños, de un suburbio marginal, consiguen sus monedas para sentirse importantes, convidar a sus noviecitas, diferenciarse del resto de muertos de hambre. Van en procesión a una casa, donde un hombre les paga peso a peso, en mano, por cada cachetada que les propina, por el cinturonazo. Cada golpe es una moneda, que los niños aceptan, con lágrimas en los ojos, con la espalda desollada, con las nalgas rojas. Y se van de allí, molidos a palos, pero con las monedas tintineando en el bolsillo. Y dice este cronista que la costumbre perdura, que los jóvenes yonquis, los alcohólicos hundidos, los vagos irredentos, hacen fila a la puerta de este hombre. Y esperan sus golpes. El hombre les entrega sus monedas, su minucia, mientras los ojos se le iluminan. Cada vez hay más gente aguardando en su portal.

SI ESTO NO ES VERDAD, ES VEROSÍMIL
El mismo cronista nos contó otra historia espeluznante. Consulté en la red, y hay quien dice que lo que sigue no es más que una leyenda urbana. Da igual: si esto no es verdad, es verosímil y ambos hechos son terribles.
Una pareja caminaba por un aeropuerto de frontera, con su bebé entre los brazos. Lo llevaban bien arropado. El bebé permanecía callado, inmóvil. Tan sereno… Fue entonces, cuando un guardia de frontera, un viajero observador, quien sea, alguien dio la voz de alerta: “Deténganles, ese bebé está muerto”. La pareja negó, la pareja continuó su camino, hasta que unos policías se acercaron a ellos. Cuando se vieron rodeados lanzaron al bebé por los aires y salieron corriendo. Y sí, era un bebé: un bebé muerto, vaciado, relleno de cocaína, qué decir, cinco quilos. Un bebé caliente, “mula” de traficantes. Demasiado horror. Todos sus pliegues, sus bracitos, la barriga hermosa dilatada por las bolsas de polvo blanco. Asesinado para ser recipiente, para cumplir con la orden del jefecito y llevar los cinco kilos de droga allá donde les habían mandado.
Y no sé: si esto no es verdad, es verosímil, a la vista del clima de violencia, de ceguera ante el dinero, en la que se mueve este México de hoy. Pobre país.


Feto-Adela

2 comentarios:

  1. Sin comentarios. Atroz, sobrecogedor, salvaje, y tan fuera de mi mundo, de nuestro mundo. La primera imagen corresponde al suceso de no ficción narrado. Y otra vez se denuestra que tres palabras valen más que tres mil imágenes.

    Feto-olé

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  2. Este tipo de hachos son los que aquí, en este país de cuento de hadas se sumergen en el olvido. Vivimos en una ficción, pues el mundo que nos rodea, el que está ahí fuera, es mucho más duro y cruel de lo que nosotros, occidentales blanditos, acostumbrados a obedecer las normas, a respetarlas, a digerir las noticias truculentas como si fueran galletitas amargas que dejan un poso de mierda en el paladar pero nada más, nosotros somos los verdaderos culpables de todo esto, o al menos los verdaderos consentidores, porque nuestros hemanos y amigos consumen esa cocaína que otros tratan de producir y pasar por las fronteras, nosotros compramos los móviles que se fabrican utilizando el coltán que otros extraen de minas infaustas esclavizados por señores de la guerra o por estaados africanos que han perdido el rumbo y el juicio, a nosotros nos viene muy bien que haya niños que trabajen por un dólar al día en talleres de Tailandia, China y Taiwán, a nosotros nos viene muy bien que el precio del petróleo baje porque Teodoro Obiang Ngema esquilme los recursos naturales de su paisito con el consentimiento de EE.UU., de la Unión Europea y de la mismísima ONU, que es como decir la Organización de Neoliberales Unidos, o de Neofascistas, o de Neocolonialistas, o de Neohisjosdelagrandísimaputa que nos chupan la sangre a todos estos pobres esclavos que trabajamos para perpetuar el sistema que los alimenta y nutre como parásitos enormes, afincados en su cima social y económica. Jodido mundo, pero siempre me queda la esperanza de que la vida, por mucho que se empeñen en contaminarla, siempre tiene dos caras, y una de ellas siempre será luminosa e irredenta, rebelde y sarcástica, inteligente y sensible.

    EL FETO MALAYO

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