domingo, 18 de octubre de 2009

FETOPERVERSIONES(III): FÉMUR DE MAMUT


Mientras su hombre ha salido de caza urgido por la necesidad del alimento, la mujer prehistórica se ha quedado cobijada entre las cuatro paredes de la cueva que ambos han adquirido recientemente. La encontraron, como si tal cosa, semioculta en uno de los abrigos de la estepa y, tal que vulgares okupas, enseguida se trasladaron a vivir allí. La mudanza no fue muy compleja: algunos huesos de adorno, una caja de herramientas rudimentarias, un ajuar de pieles a la moda, el muslo del último mamut cazado… De esto hace ya una semana, exactamente el mismo tiempo que su hombre lleva fuera de la cueva, cazando otra apetecible pieza de estos mastodónticos animales en vías de extinción.
Como se aburre, la mujer prehistórica ha decorado las paredes de la cueva con pinturas esquemáticas, dibujos simbólicos e imperecederos, obras maestras (según ella) que como tal reconocerá la posteridad: un bisonte atravesado por saetas, un sol moribundo que preludia el gran cambio climático, el muslo deseado de un mamut…
Como después de haber organizado, decorado y ordenado el salón principal de su vivienda la mujer prehistórica se sigue aburriendo, decide tumbarse sobre una piel comodísima y desde allí planea una estrategia que la saque de su hastío, de este irremediable nicho de soledad en que se halla arrojada. Entonces lo ve. En una de las esquinas de su cueva ve el fémur descarnado del muslo posterior del último mamut y los ojos le hacen chiribitas y se le arrebata el corazón. Se levanta a por él y lo coge.
La mujer prehistórica ha dejado de aburrirse. Con las piernas abiertas y los ojos cerrados, piensa en su hombre que caza tan lejos y concluye que la soledad no es tan negativa si una sabe en qué ocupar su tiempo libre. Con las dos manos (el fémur es largo, largísimo) zarandea suavemente la osamenta y se la va introduciendo con cariño (a veces con furia) en el interior de una cueva bien distinta recién descubierta.


FETO-IDO



1 comentario:

  1. Las mujeres cromañonas de Atapuerca, protestamos airadamente por ese tratamiento denigrante y machistoide de nuestras personas, pues nos deja como simples decoradoras rupestres y señoronas de nuestra cueva, cuando también nos dedicamos a la recolección de espárragos ribereños y cazamos algún diente de sable de un mamporro en sus cuartos traseros, amen de que nuestros maridos mientras esperan a los mamutes, bien que le dan al manubrio, que deben tener el amor propio por las nubes. Nosotros que estamos más adelntadas, no necesitamos huesos ni fémures, pues nos servimos de tecnología puramente digital

    Una cromañona indignada

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