En un lugar de la Mancha de cuyo nombre, esta empresa no quiere acordarse, hay un Club de carretera, que luce orgulloso con sus letras de neón apagado, el nombre de Dulcinea. Reconoce esta empresa, que lamentó pasar en su momento por el dicho lugar, a la una de la tarde, en vez de a la una de la mañana, para entrar en el mismo con espíritu antropológico y conocer, bíblicamente hablando, y conferenciar con las Dulcineas mulatas, de cintura agreste y vivaz, o las Dulcineas pálidas y rubias de Ucrania y bailar un merenguito muy pegados...
Por fin, piensa esta empresa, el personaje de Dulcinea, tan radicalmente inconsistente, tan evanescente, tan onírico, que ni siquiera se sabe si existe o no, se hizo carne y habitó entre nosotros y nos desquijotizó para siempre.
Por fin, piensa esta empresa, el personaje de Dulcinea, tan radicalmente inconsistente, tan evanescente, tan onírico, que ni siquiera se sabe si existe o no, se hizo carne y habitó entre nosotros y nos desquijotizó para siempre.
En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, es ya en sí misma una frase de gran comicidad y que nos da el tono del libro. Los lectores de novelas de caballería sabían que los caballeros andantes procedian o libraban sus aventuras en lugares prestigiados por la su cultura clásica, la historia o el poder político, Inglaterra, Grecia, Normandía, o en lugares imaginarios como, Gaula, Patagonia y California que luego fueron topónimos americanos reales. El secarral de la Mancha, aunque entonces no tan deforestado como ahora, lleno de mesoneros recelosos, hidalgos empobrecidos, arrieros de malas pulgas y putas tristes , transformado por la genialidad desmitificadora de Cervantes en el lugar inhóspito y anodino en donde vivia y realizaba sus fabulosas aventuras un caballero, era un dislate en sí mismo, y no habia dado hasta la época ni para un entremés.
Como se puede ver bien a las claras esta página o blog esta escrita sólo por varones. El fálico pansexualismo que destila huele a coñac barato y a bar con fútbol. Su humor machuno y su calamitosa inspiración inguinal son el epigonal síntoma de una cultura rancia y polvorienta.
ResponderEliminarSi no fuera porque son ustedes portadores del fuego prometeico de la verdadera cultura del porvenir, una servidora dejaría de leerles y volvería a zuzcir los calcetines de su esposo. En ustedes pongo, en fin, toda mi amorosa esperanza, aunque tenga que seguir siendo una sumisa esclava de su viril e imaginaria civilización.
Penálope Tejedora (esposa de profesor de secundaria)
Estimada Panálope Tejedora, espero que un día nuestros textos machunos y con olor a entrepierna poco ventilada, pero eruditos, seamos justos, le inviten a la emancipación y se escapé con una camionera, macarra, limpia y cariñosa, que le levante la autoestima y otra cosa, y un día le hagan una road-movie de bajo presupuesto de homenaje póstumo.
ResponderEliminarLa prima leída de Vane Sobrado