2.- LOS FALSOS APÓSTOLES DE LA NUEVA LITERATURA O DE POR QUÉ UN MICROCUENTISTA ES, EN REALIDAD, UN HOMBRE SABIO Y UN LITERATO MEDIOCRE. (2)
Continuando con el tema que nos ocupa, algo parecido al señor Bush nos sucede a los que vemos cómo otros consiguen vivir no ya del cuento, sino del minicuento, actores porno de un mundo de plastilina en el que el tamaño importa, sólo que cuanto más pequeño, mejor. Increíble, nos decimos, es increíble cómo han conseguido engañar a tanta gente para que pague por sus libros, por sus artículos y ¡por sus cursos! Al contrario que la novela o el cuento tradicional, que requieren talleres que no superan las diez o quince horas lectivas, el microcuento requiere cientos y cientos de horas de aprendizaje concienzudo. A veeeer, la eme con la a, ma, la ele con la o, lo, ¡malo! Ya tenemos el primer adjetivo de nuestro microcuento. Ahora faltan, nada menos, que seis o siete sustantivos más, un par de preposiciones, un determinante por aquí, otro por allá y, si alcanzamos a darle forma, obtendremos un pulido microcuento-haiku-greguería que dejará espantados a nuestros compañeros de curso: el niño malo recibió la pelota de su compañero y salió corriendo. Detrás, el semáforo verde contemplaba con su ojo al conductor desencajando de su parachoques el cuerpo inerte de su amiguito...
[Vale, es malísimo, pero creo que con cien horas más y una sufrida práctica de veinte o veinticinco microcuentos, llegaré a hacer algo decente.]
Y esto es todo por hoy, la próxima semana continuaremos con la tercera y última parte de este segundo capítulo de la Hisotira de la literratura por fascículos, queridos amigos -casi me quedo sin aire, coño-.
El feto Malayo.
Muy bueno, Malayo. Y la foto, genial.
ResponderEliminarSir Feto V