El imperio de los sentidos de Nagisha Oshima
Hay películas que nunca se olvidan. No son mejores o peores que otras; simplemente recuerdas con quién las viste, qué sentiste, cómo eras entonces…
Tendría dieciséis años más o menos. Un amigo había conseguido la película; otro, tenía la casa libre –sus padres no volverían hasta bien entrada la noche.
Esa mañana el instituto no importaba. Todos deseábamos que llegara el momento de verla. Juntos.
La disfrutamos, nos reímos y cuando volvimos a casa soñamos. Como saben soñar los adolescentes… Por supuesto, nos hicimos pajas, pero sonaba menos lírico…
Años después volví a verla en la Filmoteca. Sentí algo muy diferente: sentí asco, rabia, dolor, tristeza…
Me conmovió, me retorció, me dejó hecho polvo.
Uno de aquellos amigos con los que había visto la película había muerto meses antes de leucemia…
Dentro de unos años cuando vuelva a verla, no será lo mismo.
Yo no seré el mismo.
FetoGarci
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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Pues yo cuando la vi en el cine, me encontré a mi hermano mayor y a dos amigos del cole, y todos subrayamos el caracter pronintelectual de la misma, mientras nos recolacabamos la bragueta.
ResponderEliminarFeto-olé.