martes, 15 de septiembre de 2009

HAZTEMA IV

¿Qué cree usted que se dirían si se encontraran casualmente por la calle, Gregorio Samsa y Melibea, Julieta y Quasimodo, La Celestina y el monstruo Frankestein, Raskólnikov y Aureliano Buendía, Madam Bovary y Bartleby el escribiente, Bernarda Alba y Hedda Gabler? ¿ Godot y Pepe el Romano? Reconoce la empresa que da su perecilla bien fundamentada, el inventarse un diálogo minimamente fluido, para figuras tan opuestas.
¿Y ahora, piense o mejor imagine, por un rato razonable, ya está bien de tanta pasividad por su parte, que es lo que se dirían Don Quijote y Hamlet si se encontraran? ¿Si don Quijote se hubiera extraviado por Centroeuropa y después llegara a las brumosas murallas de Elsinor o si Hamlet hubiera decidido darse un garbeo por el secarral de La Mancha para calibrar mejor sus ganas de vengarse o no? El eminente y retorcido crítico Harold Bloom, más retorcido que Hamlet y que Yago juntos, postula algunas diferencias insalvables entre ambos, que se resumen, por sintetizarlo de una forma pedestre, en el profundo hermertismo, casi autismo encabronado de Hamlet, y en las ganas de hacer vida social de Don Quijote. Con esta hipótesis, le anticipamos (como siempre nuestra conclusión, dadas las pocas ganas que tiene usted de hacer volar su imaginación) , que si Hamlet y Don Quijote se encontraran, se caerían tan mal y se darían tan malas vibraciones, que no se molestarían ni en levantar una ceja para saludarse.

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