sábado, 26 de septiembre de 2009

HAZTEMA 10 Umberto Eco y la pornografía



El ilustre semiólogo y novelista italiano, Umberto Eco, nos da la mejor definición de pornografía. Fíjese lo limpia, aséptica y directa que resulta esta definición (sin tener que recurrir a referencias sesudas a la genitalidad) para definir cualquier relato pornográfico, ya se trate de una película triple equis o una novela del Marqués de Sade. Pues bien, el lúcido crítico nos define pornografía como aquel tipo de relato en donde el desplazamiento de los personajes en el espacio carece de una motivación argumental. Osease que si una mujer va al taller no es precisamente para que le cambien las bujías o el aceite sino para echar un aparatoso, casi malabárico casquete mecánico sobre el capó grasiento sin que el empleado se quite el mono y si va al Ambulatorio ni siquiera tiene que molestarse en mostrar la tarjeta de la Seguridad Social ni poner cara de escozor de almorranas y si una monja entra en el convento no hace falta que ponga cara de “recogimiento” espiritual, con perdón de los argentinos y mejicanos.
La empresa se pregunta, a estas alturas, si los tan cacareados principios de Unidad de Espacio, Tiempo y Acción, que dejó caer Aristóteles en su Poética y clausuran a los personajes en un solo lugar sin posibilidad de darse un garbeo, y que provocaron durante siglos, sonadas controversias entre sus exégetas, en el fondo, no eran sino un viejo truco de moralista para prevenir la tentación barata de la pornografía.

2 comentarios:

  1. Gracias a Eco acabo de entender por qué me escandalizaban las películas musicales en general y muchas de las cosas que veo y hago. ¡Porque no vienen a cuento!
    ¿O no es eso lo que dice el gran medievalista, antaño semiótico y ocasional autor de gran venta? Sin embargo ese movimiento espacial del frenético culear en la cópula o ese vaiven de pájara carpintera de una experta tragasables.Esos sí que tienen fuste y nudo y desenlace y no son desplazamientos sin motivación argumental. Ahora que lo pienso, voy a dejar de escribir esto, porque empieza a ser pornográfico.

    Epimeteo

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  2. Te recomiendo, Epimeteo, que te recluyas entre cuatro paredes y desarrolles el amor propio a manos llenas. Como decía Quevedo. No hay nada mejor, Epimeteo, que estar amancebado con la muñeca de uno. Y que no sepa tu mano derecha, lo que hace tu mano izquierda.

    Feto-olé.

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