Hemos llegado, pues, a la edad contemporánea, que es toda aquella en la que uno esté implicado y no pueda salirse, por lo que algunos eruditos han dado en llamarla "edad telaraña" o "edad hipotecaria".
Y es en este mundo moderno donde se produce el fenómeno más extraño de todos. Ahora, ya no existen casi nobles o curas o burgueses, y tampoco obreros o esclavos, sino que todos nos hemos mezclado –en apariencia–. Los obreros empezaron a estudiar, tuvieron hijos ingenieros y médicos y filólogos, y los burgueses tuvieron hijos tontos que se hicieron constructores, y la cosa parecía equilibrarse, porque se escribía de todo y apareció el existencialismo, y el nouveau roman, y la novela indigenista, y la negritud, y el feminismo, y la poesía del veintisiete, y el teatro del absurdo, y Stanislav Lem y Nabokov –que con ese nombre jamás hubiera tenido éxito en un país civilizado como España, porque kov, como todo el mundo sabe, es una metáfora de polla– y Carver y Auster y al final los bestias de Palahniuk y Houellebecq, que son el punto culminante de todo ello, porque los dos son hijos de proletarios y han llegado a lo más alto cagándose en la sociedad, haciendo apología del terrorismo y de la perversión, y parece que todo se ha arreglado, ¿verdad?
Pues no. Resulta que esto es sólo un espejismo, porque lo que ha sucedido es que el sistema para llegar a ser escritor ahora es una puta lotería. Antes, si se nacía noble, por lo menos se sabía que se iba a llegar a ser un escritor decente. Ahora, en cambio, se depende del mercado. Y ese mercado, que antes formaban nobles, con gustos mejores o peores, pero con educación sólida, ahora está formado por esa mezcla rara entre arribistas y decadentes, entre ingenieros especializados y constructores con miras amplias. Y resulta que ambos, que son escritores potenciales, en realidad son analfabetos funcionales, que es un analfabeto que sabe leer y escribir pero que no ha leído ni a Marx ni a Stendahl ni el noveau roman ni falta que le hace, porque ahora con tener un título y haber leído a Fernando Sabater y a Muñoz Molina se es un erudito. Así que el escritor depende ahora de un atajo de analfabetos funcionales que tienden –por antonomasia– a leerse entre sí.
EL FETO MALA YO
Pocas veces he leído un análisis tan claro y demoledor.
ResponderEliminarMa gustao mucho.
Ann Feta
No estoy en absoluto de acuerdo. Están ustedes anticuados. ¡A leer más a Dan Brown y menos a Quevedo!
ResponderEliminarQue Dan Brown y ostias. Hay que leer a Stieg Larsson. Y el tercer tomo antes que el primero...
ResponderEliminarHablando en serio... O no. El análisis es la hostia.
Feto Garci
Más respeto con Marrón, que vuelve a las andadas con un superkasmegagibabestsellers.
ResponderEliminarSir Feto V