FASCÍCULO 1 – EL ESCRITOR Y EL TIEMPO (1)
Para el que no lo sepa, la palabra "fascículo" se compone de dos partes, fasci y culo, que viene a significar algo así como: el culo de un fascista, o: los fascistas son el culo, o: que les den por culo a los fascistas, consignas que me gustaría aclarar –antes de que un fascista me rompa el cráneo con sus botas paramilitares– que no comparto en absoluto, ya que yo no entiendo de política y que, aunque utilice la palabra fascículo –con perdón– para referirme al modo en que se distribuirá esta colosal Historia del Universo Literario, jamás ha sido mi intención meterme con los fascistas y mucho menos con sus culos.
Aclarada esta primera cuestión, me gustaría comenzar por el punto más importante de la Historia de la Literatura, ya sea china, mongola o magrebí, y es: ¿qué condiciona más la escritura, el escritor o el tiempo? Esta cuestión –por insólita no menos inquietante– tiene que ver con el proceso de forja de un escritor, y el tiempo de que éste dispone para realizar su tarea.
Como todo el mundo sabe, en la Antigüedad sólo escribían los nobles y los escribas. Los demás, simplemente, no sabían hacerlo, es decir, eran analfabetos puros. Y de los dos tipos de seres con capacidad escribiente, los escribas se dedicaban a pasar a limpio lo que los nobles escribían o dictaban. Así que los únicos que podían considerarse escritores eran los nobles, a través de los escribas.
Además, es que, aunque los demás hubieran podido o sabido escribir, no hubieran tenido TIEMPO para hacerlo. ¿Y saben por qué? Porque tenían que trabajar para los nobles, que poseían la tierra y muchas veces también poseían a los hombres que cultivaban esa tierra, llamados también esclavos puros. Casualmente, los esclavos puros coincidían casi por entero con los analfabetos puros.
Así que, visto lo visto, para escribir se necesita:
1.- Saber escribir.
2.- Tener tiempo para escribir.
Y aquí se acaba este primer fascículo, que continuará mañana si algún dios lo quiere y otros no se oponen.
El feto malayo,
pa serviles
Para el que no lo sepa, la palabra "fascículo" se compone de dos partes, fasci y culo, que viene a significar algo así como: el culo de un fascista, o: los fascistas son el culo, o: que les den por culo a los fascistas, consignas que me gustaría aclarar –antes de que un fascista me rompa el cráneo con sus botas paramilitares– que no comparto en absoluto, ya que yo no entiendo de política y que, aunque utilice la palabra fascículo –con perdón– para referirme al modo en que se distribuirá esta colosal Historia del Universo Literario, jamás ha sido mi intención meterme con los fascistas y mucho menos con sus culos.
Aclarada esta primera cuestión, me gustaría comenzar por el punto más importante de la Historia de la Literatura, ya sea china, mongola o magrebí, y es: ¿qué condiciona más la escritura, el escritor o el tiempo? Esta cuestión –por insólita no menos inquietante– tiene que ver con el proceso de forja de un escritor, y el tiempo de que éste dispone para realizar su tarea.
Como todo el mundo sabe, en la Antigüedad sólo escribían los nobles y los escribas. Los demás, simplemente, no sabían hacerlo, es decir, eran analfabetos puros. Y de los dos tipos de seres con capacidad escribiente, los escribas se dedicaban a pasar a limpio lo que los nobles escribían o dictaban. Así que los únicos que podían considerarse escritores eran los nobles, a través de los escribas.
Además, es que, aunque los demás hubieran podido o sabido escribir, no hubieran tenido TIEMPO para hacerlo. ¿Y saben por qué? Porque tenían que trabajar para los nobles, que poseían la tierra y muchas veces también poseían a los hombres que cultivaban esa tierra, llamados también esclavos puros. Casualmente, los esclavos puros coincidían casi por entero con los analfabetos puros.
Así que, visto lo visto, para escribir se necesita:
1.- Saber escribir.
2.- Tener tiempo para escribir.
Y aquí se acaba este primer fascículo, que continuará mañana si algún dios lo quiere y otros no se oponen.
El feto malayo,
pa serviles
Rin Tin Tin y los 101 Dalmatas también han hecho de las suyas en los circuitos cerebrales infantiles.
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