Si Borges era un snob, un decidido abstemio y un retórico irredento, Fogwill, sin embargo, es un escritor promiscuo, un desmañado y delicioso estilista y el más osado de entre los narradores actuales que incorporan el universo poliédrico de las drogas en su obra. La historia de la literatura nos permite juzgar a personalidades tan divergentes como estas dos (juegos especulares, cóncavos o convexos, da lo mismo) casi siempre por una mera cuestión de azar, aunque en otras muchas ocasiones (como la que nos ocupa) por causa de una virtualidad que se convierte en contingente y en poco menos que imprescindible. Estoy hablando de Help a él, una novela corta escrita por Fogwill en 1982, publicada por Periférica (una editorial cacereña de bastante empeño y excelentes resultados) en 2007.
A simple vista el título de Help a él se nos presenta como un anagrama de El aleph de Borges, uno de sus más afamados relatos, en el que se narraba el descubrimiento de un objeto misterioso que suponía al mismo tiempo estar presente en todos los lugares posibles del universo, un algo indefinido que parecía englobar lo absoluto sin ser nada en concreto. El aleph de Borges otorgaba la posibilidad de soñar con mundos paralelos, de tiritar de miedo con sus perspectivas inciertas o de sentirse el ser más privilegiado sobre la tierra si se poseía el don de contemplarlo. Para Fogwill, en cambio, el aleph de su novela es un hongo alucinógeno que ingiere el narrador protagonista para que al instante resucite la mujer que acaba de morir (Vera Ortiz Beti, la Beatriz Viterbo del cuento borgiano, otro anagrama), su mejor amiga y antigua amante que se vuelve a corporeizar para él (después de la ingesta del alucinógeno, claro) y con la que mantiene relaciones dialécticas y, sobre todo, sexuales. Help a él es una parodia, por supuesto, pero es una parodia que no pretende ridiculizar su referente, sino marginalizarlo; trata de aportar una visión distinta de la que nos presentó Borges antes de que se le proclamara unánimemente genio.
En definitiva, lo que nos vamos a encontrar en el interior de la novela de Fogwill es una paranoia, un juego literario, un par de excitantes escenas eróticas (lo del dildo usado analmente merece estar por méritos propios en todas las antologías literarias contemporáneas) y la historia de un ente fantasmal que se hace tangible en el meollo de un espacio que tiene mucho de caótico porque, no obstante, Fogwill está hablando de la Argentina de principios de los años 80, la de la guerra de las Malvinas. A Fogwill se le ha venido considerando el Bukowski de la Argentina, un maldito, y me alegro de que se le esté recuperando y leyendo en unos tiempos tan faltos de transgresores y de escritores pintorescos como de sobra se demuestra con su fotografía.
FETO IDO
Pues en la cara el tipo es una pura antítesis de Borges. Borges tenía los párpados caídos como persianas y a este se le salen los ojos de sus órbitas, como si dentro de la cuenca del ojo tuviera un par de fetillos que tratara de empujarlos hacia fuera con una espátula.
ResponderEliminarFirma: El feto_olé